Rafael Choclán Meiro nació en Jaén y se trasladó a Madrid para iniciar una carrera audiovisual que le llevó al mundo de la publicidad y los videoclips. Ha dirigido vídeos para artistas como Joaquín Sabina, Estopa, Chenoa, Manu Tenorio, Soraya, Malú, El Sueño de Morfeo, Paulina Rubio o La Quinta Estación, y hasta la fecha es el único director español que ha conseguido dos Premios Certificados de VEVO (canal de videoclips en Youtube) al recibir más de 100 millones de visitas en dos de sus trabajos. Concretamente se trata de los videoclips que realizó para Juan Magán de sus temas Si No Te Quisiera (2014) y Mal De Amores (2013).

Estos reconocimientos nos motivaron a entrevistarle y a invitarle a nuestra Asociación, dos propuestas que aceptó encantado.

Bueno Rafa, tú ya has conseguido lo que muchos realizadores soñamos: abrir un vídeo tuyo en Youtube y ver que tiene millones de visitas. Dinos qué se siente cuando te das cuenta de que la cifra es real… y sigue aumentando.

La verdad es que da un poco de vértigo imaginar a tanta gente de todo el mundo viendo tu trabajo. Ahora está de moda que los realizadores o directores de vídeos musicales se promocionen con el número de visitas que tienen la totalidad de sus trabajos. Yo, con sólo 10 de mis vídeos, tengo más de 600 millones y habré hecho cientos… y muchos de ellos muy conocidos antes de que existiese Youtube y se contabilizase el éxito por sus visitas. Pero a quien le tiene que gustar primero el trabajo es a uno mismo. Después al cliente, al artista y a la discográfica, si la hubiere. El que tenga muchas visitas no quiere decir que pueda ser un gran vídeo como trabajo audiovisual. Hay muchos factores que pueden viralizar una obra. Aunque ya sabéis que millones de moscas no pueden equivocarse… Insisto, el que se tiene que sentir primero orgulloso de su obra es uno mismo.

Juan Magán es uno de los muchos artistas que confió en ti para visualizar su música. ¿Quién fue el primero y qué recuerdas de tu primer videoclip?

El primer videoclip fue muy especial. En esa época sólo me dedicaba a dirigir spots publicitarios. Yo soy realizador porque mi padre no me dejó ser músico, pero ésa es otra historia que ya os contaré otro día. A pesar de ello seguía unido a la música, siempre estaba tocando, componiendo, y uno de mis círculos de amigos era de músicos. Uno de ellos, el compositor y productor Nacho Scola, conoció a Rita Marley, la viuda de Bob Marley, en uno de sus viajes a Jamaica y le propuso grabar no un disco de reggae sino uno de Jazz y Blues, y una de las canciones, Miracle Baby, fue el primer single y Nacho confió en mí para que dirigiese el que sería mi primer videoclip. Lo grabamos en 1995 en película de 35mm, directamente en blanco y negro con la emulsión doble 0 de Kodak, y la iluminó y operó la cámara Paco Femenía, que era un joven director de fotografía y que con su talento llegó años más tarde a conseguir varios premios Goya. Construimos en un plató la típica casa de madera donde vivían los negros americanos en Alabama a principios del siglo XX, y la atrezamos tal y como estaba sacada de una foto de la época. Un par de camiones de tierra y a rodar…

Háblanos de tus inicios como realizador. ¿Cómo entraste a formar parte de la industria audiovisual?

Pues partiendo de la base de que nadie de mi familia se dedicaba a esto (mi padre era empleado de banca, hijo de militar, y mi madre ama de casa, hija de otro empleado de banca), la cosa no fue fácil. Yo desde pequeño, gracias a que no existía Internet ni los móviles, estaba todo el día dibujando, escribiendo cuentos, aporreando con ritmo todo lo que se me ponía por delante, tocando la guitarra y tocando en grupos de barrio y en misas para que nos dejaran ensayar en algún local de la Iglesia de turno, hasta que nos echaban y entonces buscábamos otra.

Cuando aprobé la Selectividad no tenía la más remota idea de lo que quería hacer. A mi padre le hubiese gustado que estudiara Derecho o Económicas, y a mi madre Medicina. Así que fue una decepción más cuando les dije que quería estudiar Cine, motivado por el “gusanillo” que me picó en los cines de barrio, donde mi abuela me llevaba mínimo una vez por semana. Allí descubrí que todo lo que me gustaba estaba en las películas. Esas historias fantásticas que volaban en mi cabeza se podían hacer realidad, y encima podía ponerles música. Pero a principios de los 80 no había Escuelas de Cine y entré en lo más parecido que había, que era Imagen y Sonido en la Facultad de Ciencias de la Información en Madrid.

Mi primer año fue muy traumático porque había mucha gente que sabia muchísimo de cine, o eso me pareció. Se sabían los nombres de los directores, de las películas, sus fechas, que si la Nouvelle Vague, que si Eisenstein, Godard… Yo no entendía nada y me sentí un analfabeto total. Todo era demasiado progre e intelectualoide para mi cuerpo. Pero descubrí un pequeño grupo de chicos que acababan de entrar como yo y que les pasaba lo mismo que a mí: queríamos acción. ¡Marcha!

Dibujábamos cómics, escribíamos historias y hacíamos unos storyboards que te mueres. Rodábamos cortos en Super 8 que hacían llevarse las manos a la cabeza a los que los veían, profesores incluidos. Empezamos a ir a la Filmoteca y a hacer nuestras propias lecturas de los grandes clásicos del cine, sin dejar que nos influyera esa visión encorsetada y académica de la Facultad.

Al final de ese primer curso entré a trabajar en una productora de publicidad a través de un amigo de un tío mío que trabajaba en una agencia de publicidad. Nuestro mundo, aunque se ha socializado mucho, sigue siendo un pequeño círculo y en aquella época más, pues los puestos iban pasando de padres a hijos y que entrase un chaval nuevo sin ninguna tradición familiar y encima que estudiaba en la Universidad, fue un no parar de reír. La gente en general no tenía mucha preparación. Eran grandes técnicos, obreros de la profesión que habían aprendido el oficio, pero bastante brutos. La “antigua escuela”, que decimos.

Mi primer año en esa productora fui el “soguilla”. Más o menos tenía el mismo valor que un esclavo: limpiaba los platós, llevaba los cafés, me gritaban e insultaban delante de todo el mundo si no hacía las cosas como debía… Llegaba el primero y me iba el último. Cargaba, descargaba, y en todo el año no me pagaron ni una sola peseta de la época. Pero a mí no me importaba e iba todos los días agradecido. Porque mientras que mis compañeros se pasaron los 5 años de carrera entre libros, Filmoteca y grandes tertulias, yo estaba rodando de verdad. Bueno, limpiando esclavizado y todo eso, pero en el mismo plató donde trabajaban grandes directores, directores de fotografía, técnicos, etc.

La “antigua escuela” me enseñó el respeto por la profesión y a los que se dedicaban a ella. A su jerarquía. Y me quedé para siempre con todo lo bueno y con la suerte que tuve de aprenderlo, y por supuesto con todo lo malo para no repetirlo nunca. Porque tan importante es saber lo que tienes que hacer, como lo que nunca debes de hacer.

Después me fichó otra productora de publicidad, de las mejores en aquel momento, y allí fui ayudante de producción, jefe de producción, luego tuve mi propia productora y por último pasé a ser freelance, hasta hoy.

Como director, el haber empezado por la producción fue muy importante y recomiendo a todos los directores que pasen un par de añitos en producción pura y dura, o que se impliquen en el proceso de producción porque así se van a enterar de lo que vale un peine. De lo que cuesta conseguir las cosas y por tanto de cómo pedirlas. Y también de cómo evitar que te vendan alguna moto, que en producción hay auténticos especialistas.

Rodar un videoclip sigue un proceso similar al de rodar un corto: hay que organizar una producción más o menos costosa para contar una historia en poco tiempo, que además sea del gusto del artista y de su discográfica. ¿Cómo abordas el proceso y cómo trabajas con ellos?

Hay que distinguir dos tipos de videoclips: aquellos en los que el artista y su discográfica quieren que salga haciendo playback, y los que prefieren que haya una historia que los represente. Es normal que en los primeros videoclips de un artista que está empezando, tanto él como los que le rodean (manager, discográfica, etc.) quieran que la gente les conozca y se quede con su cara. Al fin y al cabo son el producto y hay que darlo a conocer. Lo mismo pasa con los artistas que ya son muy famosos, sobre todo las chicas. Ellas son las que más salen haciendo playback porque son un producto y la gente las quiere ver, y si hay alguna historia ellas son las protagonistas: Madonna, Lady Gaga, Beyoncé, Ana Guerra, Rosalía…

Otros artistas son unas bestias en el escenario pero delante de una cámara se hacen muy pequeñitos y no saben interpretar como un actor, por lo que prefieren que una buena historia les represente. Ahí es donde mejor me muevo, rodando pequeños cortometrajes de 3, 4 o 5 minutos que reflejan al artista, a su espíritu, a su manera de pensar y sentir.

El proceso es el siguiente: si viene el proyecto de una discográfica, de una multinacional (Universal, Sony, Warner, etc.) como ya me conocen y son muy prácticos, me mandan la canción por MP3, me dicen el presupuesto que tienen y me dan 3 o 4 días, si no menos, para que les presente una idea. Normalmente siempre tienen prisa porque van tarde con el lanzamiento, o porque se han dormido y han dejado para el último momento la elección de la canción. Pero a mí eso me motiva. Sacar una buena idea en poco tiempo es un ejercicio creativo y personal de la leche que me viene de la publicidad, donde todo lo quieren “para ya”.

Cuando trabajo para un artista directamente todo es más humano, menos mecánico. Se crea un vínculo de confianza muy estrecho. El que yo también sea músico y hable su idioma, hace que se relajen mucho conmigo, que me pueda acercar más a ellos y que la comunicación sea más fluida.

Como en cualquier producción se empieza por desarrollar una idea ajustada a un presupuesto: tienes X dinero y el reto es pensar qué puedes hacer con él. Lo mínimo es hacerlo en un par de días por muy sencillas que puedan ser las ideas, pero me he hartado de hacer videoclips en un día. Para historias más complicadas, como las que le estoy haciendo al productor Veluzz, estamos en unos cuatro días.

El problema es que en publi, en 20 segundos metes 8 planos y los grabas en un día, pero en un videoclip tienes que hacer muchos planos sin repetir imágenes o situaciones. Y no hay nada peor que un videoclip aburrido o que en los primeros 20 segundos ya te ha mostrado todo lo que vas a ver en los siguientes 3 minutos y medio.

Además necesitas tiempo para cuidar cada plano. Ahí se ve la calidad de tu trabajo.

¿Alguna vez te has sentido limitado a nivel creativo u obligado a rodar lo que el artista o la discográfica te imponía?

La verdad es que eso ha ocurrido en pocas ocasiones porque los clientes esperan que mi creatividad les sorprenda. Algunos suelen sugerir por dónde les gustaría que fuese la idea o hacerla en una localización determinada. Pero muy pocas veces alguien ha venido con una idea cerrada, y cuando eso ocurre, excepto que sea un truño o una locura en plan “quiero hacer La Guerra de las Galaxias pero tengo muy poco dinero”, acepto el trabajo porque para mí supone otro reto desarrollar una idea por encargo.

Otra cosa es la canción del videoclip. La mayoría de las ocasiones no son del estilo de música que yo escucho y que me gusta, y el ejercicio creativo que hago es darle vueltas y vueltas a la canción, escuchándola cientos de veces hasta que encuentro un punto de enganche, y entonces la hago mía. No puedes hacer un gran trabajo si piensas que la canción es una m… Y necesitas pasión y enamorarte de la canción para que sea el mejor vídeo que has hecho hasta el momento.

La publicidad es aún más exigente en cuanto a planificación, ya que el producto o el servicio debe quedar reflejado de forma eficaz en menos de un minuto. Entre todos los spots que has dirigido, elige uno que te resultara sencillo de realizar y otro que fuera una odisea, y cuéntanos alguna anécdota.

Para empezar la creatividad siempre te viene dada por la Agencia de Publicidad, y detrás de ella están los creativos que tienen que hacerla ajustada a las necesidades del producto, del anunciante y lógicamente del presupuesto. A nivel creativo suele ser mucho más conservadora, aunque a veces haya excepciones, porque hay mucho dinero invertido en las campañas y éstas tienen que dar resultados en ventas del producto.

Además hay una serie de normas de marketing que limitan bastante dicha creatividad. Realmente del realizador lo único que quieren es una aportación creativa audiovisual, pero sin pasarse. Es una lucha que tenemos, más que con los directores creativos, con los directores de cuentas que son el contacto con el anunciante y que defienden sus criterios a muerte, no vayan a perder la cuenta, es decir, el cliente. Es un pulso constante.

Así que para un director la publi es diferente a cualquier otra disciplina audiovisual. Requiere un sentido de la síntesis enorme para ser capaz de contar una historia en 20 o 30 segundos y con 8 o 10 planos. Pero como suele haber presupuesto trabajas con las últimas tecnologías y eso la hace muy atractiva y enriquecedora.

Sobre qué spot ha sido más o menos fácil o complicado de realizar… eso es muy relativo porque cualquiera se te puede complicar muchísimo o ir sobre ruedas, que es lo menos común. Aquí hay mucha tela que podemos cortar en otro momento.

Después de tantos años trabajando en el sector, ¿sueles rodearte de un equipo de confianza para tus proyectos o te gusta compartir aventuras con gente nueva?

Normalmente suelo trabajar con el mismo equipo, porque son muy buenos y tienen mucho talento. Son todos freelance, autónomos, y se ajustan al presupuesto. Mi equipo básico es un jefe de producción, que lleva a un ayudante de producción o dos según el proyecto, el director de fotografía, que es mi mano derecha a nivel técnico y creativo y que normalmente hace conmigo la función de director de arte, un operador de cámara que también es operador de gimbal, y un ayudante de cámara que además es foquista.

Pero siempre me gusta incorporar gente nueva con talento que aporte y mejore el trabajo. Ahora voy a rodar un spot y me ha contratado una productora que tiene su propio equipo y estoy encantado de trabajar con ellos.

Toda esta pasión por narrar a través de una cámara se la has transmitido a tus hijos, que también se dedican al audiovisual. Como padre que además conoce lo difícil que es este “mundillo”… ¿les aconsejaste que se formaran para trabajar en otro sector, como es habitual, o aceptaste desde el principio su decisión?

Estoy feliz con la decisión que han tomado, pese a que este mundo es muy complicado y España para desarrollarlo más. Pero han sido sus decisiones y yo las respeto. El mundo cada vez es más audiovisual y si eres trabajador, responsable y creativo, siempre habrá un hueco para ti en esta profesión. Yo la verdad es que estoy encantado. Trabajamos en muchas ocasiones juntos y es una pasada ver cómo se desenvuelven con sus propios criterios. También es normal que se hayan decidido por esta profesión porque la han vivido en casa desde pequeños. Es única y muy especial.

Has dado clases magistrales en la Universidad Complutense de Madrid y en muchos colegios e institutos, tanto en España como en Latinoamérica. ¿Qué es lo que más te atrae de la docencia?

Yo siempre he pensado que es una obligación transmitir tus conocimientos y experiencias profesionales a los demás. Es la única manera de progresar, apoyándote en los que te preceden. Y a partir de ese concepto que tengo muy arraigado, siempre me ha gustado dar cursos, talleres, etc. Pero no sólo a profesionales y estudiantes de audiovisual, sino a jóvenes, niños, mayores… A éstos, a los que no se van a dedicar al mundo audiovisual, hay que dirigirles hacia una cultura audiovisual, perdón por la reiteración. Sana y culta. Enseñarles a diferenciar los buenos trabajos de los malos, a discriminar contenidos y calidades.

La televisión a la carta, el streaming, el que se pueda ver lo que se quiere cuando te apetezca, abre un abanico impresionante de ofertas en las que no todas son buenas y creo que es muy importante que la gente sepa lo que debe desechar. Por salud mental y para elegir siempre lo que debe de enriquecer el espíritu.

Con una buena cultura audiovisual la gente puede contribuir, por su elección, a que predominen las buenas obras, las buenas películas, las buenas series, etc. Y que se desechen las bazofias que hoy en día llenan las televisiones e Internet. Pero eso hay que enseñarlo desde pequeñitos, como en todo.

Para terminar queremos felicitarte por tu trayectoria, por estos dos reconocimientos de VEVO, y agradecerte tu disposición para colaborar con Jaén Audiovisual. Es todo un honor tenerte entre nosotros y esperamos verte pronto por tu tierra.

Muchas gracias por vuestra amabilidad. Estaré encantado de colaborar con Jaén Audiovisual y me gustaría mucho poder trabajar en mi tierra. ¡Cada día me tira más!

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